U ain’t got the answers Elon

The following text is an extract from the book “To Fight Against This Age: On Fascism and Humanism by Rob Riemen.
Contexto:

En el simposio ¿Qué cabe esperar de Occidente?, celebrado en el hotel Schloss Waldersee, Sashi, un entusiasta de Silicon Valley, ha defendido la ciencia y la tecnología como el mayor don de la humanidad, la solución definitiva a nuestros problemas. Walter, un intelectual austriaco y ex encargado del Archivo Brenner en innsbruck, se levanta para responder, ofreciendo una reflexión distinta, profundamente arraigada en los valores culturales y éticos de Occidente.

Con su pesado acento alemán ha dicho: 
«Occidente y, en primer lugar, nosotros en Europa hemos dado al mundo la ciencia y la tecnología. Otro de los dones de Occidente es aún más viejo: la filosofía. Bueno, la filosofía no puede arreglar nada — y ha pronunciado la palabra "arreglar" como si tuviera un mal sabor—, pero puede darnos percepciones profundas. Como la percepción que nos ofrece Wittgenstein, quien era filósofo e ingeniero y arquitecto, al final de su Tractatus logico-philosophicus: "Sentimos que aun cuando todas las posibles cuestiones de la ciencia hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales todavía no se han rozado en lo mas minimo": Por favor, piensen un poco en lo que Wittgenstein quiere que entendamos.

No sé nada en absoluto de lo que nuestros jóvenes amigos en California pueden o no arreglar, pero, al ser un poco más viejo que estos nuevos pensadores y dueño quizá de más experiencia, me atrevo a sugerir que las grandes preguntas de la vida, preguntas sobre la tragedia, el sufrimiento, la verdadera felicidad, y el significado mismo de nuestras vidas, nunca serán arregladas por la ciencia o la tecnología. Wittgenstein tiene razón: la ciencia y el misterio de la vida pertenecen a mundos distintos. Por supuesto que la ciencia y la tecnología son impresionantes, son el fruto de grandes esfuerzos de la mente y, en muchos sentidos, una bendición para la humanidad. Sin ciencia médica, yo, un hombre viejo, no estaría sentado aquí. Pero deben entender que el pensamiento científico también nos ha dado una caja de Pandora. Y no, no me refiero a la destrucción que el hombre puede ocasionar mediante la tecnología. Ni siquiera estoy hablando de la tecnología. Me refiero a algo más grave y fundamental, algo que traspasa nuestras vidas, nuestro mundo, sin que nos demos cuenta de ello».


Walter ha seguido, casi entre susurros: «La ciencia nos ha privado de la verdad.
Parece una locura. La ciencia, la ciencia que solo quiere darnos la posibilidad de conocer la verdad y para la cual nada existe aparte de la verdad. ¿Cómo podría la ciencia habernos privado de la verdad? Sin embargo, así ha sido.
Eso es lo que Wittgenstein quería que comprendiéramos, pero lamentablemente muy pocos lo han hecho. Ya han escuchado un discurso y no quiero dar otro, pero, Verzeihung bitte, es ist wichtig, esto es muy importante.

La verdad científica está constituida por hechos, por la realidad que podemos ver, tocar y calcular. Es racional, pero la razón no puede determinar el valor de las cosas y no tiene significado. La razón puede describir, puede informarnos acerca de los hechos, pero no puede decirnos cuál es el significado moral de esos hechos, porque no sabe qué es el bien y qué es el mal. La ciencia, y este es su don más grande, nos permite conocer la naturaleza, pero no el espíritu. La ciencia debe trabajar con teorías y definiciones, pero el espíritu humano no puede ser expresado y capturado en teorías y definiciones, ni tampoco nuestro orden moral, el reconocimiento de lo que es y no es una sociedad justa. Este conocimiento corresponde a una verdad distinta, una verdad que la ciencia no puede conocer porque es una verdad metafisica. Quizá por envidia —una envidia provocada por el hecho de que existe otra verdad, más alta—, la ciencia ha intentado privarnos de la verdad, ha intentado hacer que la olvidemos, hacernos creer que todo cuanto existe es científico, que debe ser científico, si no, no es importante. Y esto es una mentira, damas y caballeros. ¡Una mentira grande y peligrosa! Una mentira que, desafortunadamente, todos hemos llegado a creer y a la cual nos sometemos. 

La ciencia se ha convertido en una ideología, una idea, un engaño, en el que estamos atrapados. El mundo, el futuro, como acaban de decirnos, se ha vuelto "exponencial". Los desarrollos tecnológicos y la información aumentarán exponencialmente y cambiarán el mundo. Sin lugar a dudas. Pero ¿saben qué otra cosa aumentará 
ex-po-nen-cial-men-te? ¡La estupidez! La ciencia nos ofrece conocimiento, pero ni un atisbo de autoconocimiento. El nuevo conocimiento, con la ayuda del conocimiento científico, quiere que todo sea inteligente. Pero ya nadie busca la sabiduría, y la ciencia nunca podrá encontrarla.


Pero todo está bien, esta mañana han sido anunciadas las Buenas Nuevas, nacerá el hombre-máquina inmortal, una estrella brilla al occidente de Occidente. Sea como fuere, yo prefiero ser un hombre mortal con corazón y alma que un inmortal 
hombre-máquina sin alma. Prefiero vivir en una civilización humanista con un orden social, aunque siempre deba ser defendida de fuerzas bárbaras, que sumergido en un mundo regido por la ciencia y la tecnología. Anhelaba que este horror científico fuera mera ciencia ficción. Tristemente, he aprendido esta mañana que no es así, y más triste aún me parece el hecho de que estas noticias sean recibidas tan apasionadamente por ustedes, como descerebrados.»


Extract from the book “To Fight Against This Age: On Fascism and Humanism by Rob Riemen.
2017
 




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