Silvina Ocampo
No vengas, te conjuro, con tus piedras;
con tu vetusto horror con tu consejo;
con tu escudo brillante con tu espejo;
con tu verdor insólito de hiedras.
En aquel árbol la torcaza es mía;
no cubras con tus gritos su canción;
me conmueve, me llega al corazón,
repudia el mármol de tu mano fría.
Te reconozco siempre. No, no vengas.
Prometí no mirar tu aviesa cara
cada vez que lloré sola en tu avara
desolación. Y si de mí te vengas,
que épica sea al menos tu venganza
y no cobarde, oscura, impenitente,
agazapada en cada sombra ausente,
fingiendo que jamás hiere tu lanza.
Entre rosas, jazmines que envenenas,
¿por qué no te ultimé yo en mi otra vida?
Haz brotar sangre al menos de mi herida,
que estoy cansada de morir apenas.
La llave maestra
La luz de su cuarto me habla de él cuando no está,
me acompaña cuando tengo miedo,
y siempre tengo miedo porque soy valiente;
oye su paso sobre los mosaicos de la entrada
va a su encuentro cuando abre la puerta lentamente
cuando lo espero, y siempre lo espero;
lo mismo es para la luz eléctrica que para la luz del sol,
lo mismo para el sol que la luna o la estrella.
Un tapiz forma la luz complicada
es la vida y siempre la vida.
Si me quedara ciega la vería con mis patas
o tal vez con mi frente cuando llega.
El tapiz no lo forma la luz sino su llegada, el sonido
que cambia de oscuro en claro.
El tablero de la luz tiene varias llaves
pero una gobierna el resto:
se llama la llave maestra.
Del mismo modo el tablero de mi luz
tiene una sola llave que gobierna las otras
la llave que está en sus manos.
Apagaría todas las luces si quisiera
pero yo cierro los ojos para no ver
la oscuridad que podría ser luz
para no herirlo.
Quisiera ser tu predilecta almohada
Quisiera ser tu predilecta almohada
donde de noche apoyas tus orejas
para ser tu secreto y ser las rejas
de tu sueño: dormida o desvelada
ser tu puerta, tu luz cuando te alejas,
alguien que no trató de ser amada.
Huir de la ansiedad que está en mis quejas,
poder a veces ser lo que soy, nada,
no tener nunca miedo de perderte
con variación y honda infidelidad,
jamás llegar por nada a concederte
la tediosa y vulgar fidelidad
de los abandonados que prefieren
morir por no sufrir, y que no mueren.
Dibujos
Junto al agua, los grillos
con su canto dibujan
formas de las estrellas.
Sobre un marmol
Tantos recuerdos juntos en el viento,
tantos jardines juntos que recuerdan
sin nadie nadie ya que los recuerde,
tantas fuentes con ángeles, sirenas,
tritones o cupidos o pescados,
tanto mar en el sueño hecho de mármol,
tantas flores de caña ya perdidas
detrás de las mareas de los ríos
y un “moriré o no moriré muy pronto”
que dicen deshojadas margaritas
en lugar de "me quiere" o "no me quiere".